ensayo "todos santos,día de muertos" de Octavio Paz
Fragmento del ensayo “todos santos, día de muertos” de
Octavio Paz
Titulo: “todos santos, día de muertos” de Octavio Paz
Tema: el solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas.
Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la
marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos.
Somos un pueblo ritual.
Enfoque e hipótesis: en pocos lugares del mundo se puede
vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México,
con sus colores violentos, agrios y puros y sus danzas, ceremonias, fuegos de
artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas.
En lista los principales temas:
Nuestro calendario está poblado de fiestas. Ciertos días, lo
mismo en los lugarejos más apartados que en las grandes ciudades, el país
entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen de
Guadalupe o del general Zaragoza. Cada año, el 15 de septiembre a las once de
la noche, en todas las plazas de México celebramos la fiesta del Grito; y una
multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para
callar mejor el resto del año. Durante los días que preceden y suceden al 12 de
diciembre, el tiempo suspende su carrera, hace un alto y en lugar de empujarnos
hacia un mañana siempre inalcanzable y mentiroso, nos ofrece un presente
redondo y perfecto, de danza y juerga, de comunión y comilona con los más
antiguo y secreto de México. El tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que
fue, y es, originariamente: un presente en donde pasado y futuro al fin se
reconcilian.
Pero no bastan las fiestas que ofrecen a todo el país la
Iglesia y la república. La vida de cada ciudad y de cada pueblo está regida por
un santo, al que se festeja con devoción y regularidad. Los barrios y los
gremios tienen también sus fiestas anuales, sus ceremonias y sus ferias. Y, en
fin, cada uno de nosotros —ateos, católicos o indiferentes— poseemos nuestro
santo, al que cada año honramos. Son incalculables las fiestas que celebramos y
los recursos y tiempo que gastamos en festejar. Recuerdo que hace años pregunté
a un presidente municipal de un poblado vecino a Mitla: "¿A cuánto
ascienden los ingresos del municipio por contribuciones?". "A unos
tres mil pesos anuales. Somos muy pobres. Por eso el señor gobernador y la
Federación nos ayudan cada año a completar nuestros gastos." "¿Y en
qué utilizan esos tres mil pesos?" "Pues casi todo en fiestas, señor.
Chico como lo ve, el pueblo tiene dos Santos Patrones."
En esas ceremonias —nacionales, locales, gremiales o
familiares— el mexicano se abre al exterior. Todas ellas le dan ocasión de
revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos o los parientes.
Durante esos días el silencioso mexicano silba, grita, canta, arroja petardos,
descarga su pistola en el aire. Descarga su alma. Y su grito, como los cohetes
que tanto nos gustan, sube hasta el cielo, estalla en una explosión verde,
roja, azul y blanca y cae vertiginoso dejando una cauda de chispas doradas. Esa
noche los amigos, que durante meses no pronunciaron más palabras que las
prescritas por la indispensable cortesía, se emborrachan juntos, se hacen
confidencias, lloran las mismas penas, se descubren hermanos y a veces, para
probarse, se matan entre sí. La noche se puebla de canciones y aullidos. Los
enamorados despiertan con orquestas a las muchachas. Hay diálogos y burlas de
balcón a balcón, de acera a acera. Nadie habla en voz baja. Se arrojan los
sombreros al aire. Las malas palabras y los chistes caen como cascadas de pesos
fuertes. Brotan las guitarras. En ocasiones, es cierto, la alegría mal: hay
riñas, injurias, balazos, cuchilladas. También eso forma parte de la fiesta.
Porque el mexicano no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar el muro de la
soledad que el resto del año lo incomunica. Todos están poseídos por la
violencia y el frenesí. Las almas estallan como los colores, las voces, los
sentimientos, ¿Se olvidan de sí mismos, muestran su verdadero rostro? Nadie lo
sabe. Lo importante es salir, abrirse paso, embriagarse de ruido, de gente, de
color. México está de fiesta. Y esa fiesta, cruzada por relámpagos y delirios,
es como el revés brillante de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva y
hosquedad.
Reflexiona a partir de la lectura del ensayo cual consideras
que es el mensaje del autor quiere dar a conocer
El mensaje que quiso dar el autor es sobre las fiestas y las
tradiciones de la república mexicana en comparación con otros países que las
fiestas son en grande y se organizan se festejan y se canta y se ríe se truenan
cohetes. Y que cada estado de la república y cada pueblito tiene su santo a
quien también le dedican fiestas en su día que pueden ser por varios días con
mucha comida, bailes y mucha comida. No hay nada mejor como nuestras costumbres
y festejos
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